Los monjes y los monasterios adquieren un protagonismo importante en las repoblaciones altomedievales. A veces los mismos reyes ofrecen a determinados monjes y abades, las iglesias o monasterios ruinosos o abandonados por la invasión musulmana, para ayudar a la repoblación.
Los monasterios de los siglos IX, X, y XI son herederos de los visigodos que vivieron gran parte del monacato español y se inicia en ese momento con las normativas dictadas por San Isidoro, San Agustín y San Fuctuoso, hasta que se impone la regla de San Benito.